AUTONOMÍA Y HETERONOMÍA EN LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA EMPRESA.
Empresarios y trabajadores han
sido siempre eje básico de la economía. Lo han sido, lo son y lo seguirán siendo.
Pero sus relaciones laborales, financieras, comerciales se han visto superadas,
con el tiempo, por otro tipo de exigencias provenientes de los consumidores,
usuarios, accionistas, proveedores, Administraciones Públicas, etc., que
demandan una mayor implicación social del beneficio empresarial. Desde la década
de los noventa del pasado siglo, existe una aceptación generalizada no sólo de
la función social de la empresa sino de la obligación que ésta ha de asumir de
devolver a la sociedad parte de la rentabilidad que de ella obtiene. Basada en
el aserto «pensamiento global y acción local», se considera que a la
organización productiva no puede resultarle indiferente la situación de la
comunidad en la que opera. Una empresa que se implica y que no se plantea como
objetivo único, aunque siga siendo su finalidad prioritaria, la obtención de
beneficios sino la mejora del bienestar social es una empresa que genera
confianza, adquiere mejor reputación, atrae un mayor número de inversiones y, en
fin, potencia su posición competitiva en el mercado.