Durante las últimas décadas el Derecho administrativo ha sobrevivido a numerosas pruebas de resistencia: transición constitucional, impacto del derecho europeo, expansión de las autonomías, patologías crónicas del empleo público, la eclosión tecnológica, la feroz pandemia, insaciables exigencias sociales, etcétera.
La disciplina cambia de piel frecuentemente y se impregna de las incesantes leyes y reglamentos, de nuevo cuño o modificados, con el añadido de los mensajes de sentencias constitucionales y casacionales que intentan ofrecer respuestas en casos límite.
Los administrativistas se adentran en tan apiñado bosque normativo para solventar el difícil equilibrio entre los principios y derechos fundamentales constitucionalmente marcados, con la ciega eficacia perseguida frecuentemente por las Administraciones públicas.
El autor, desde su condición de magistrado y académico, sufre ante el espejismo de un Estado de Derecho bien engrasado cuando realmente falta mucho camino por recorrer, ya que las sorpresas y enredos jurídicos acechan.
De ahí, su esfuerzo para ofrecer un inventario de los desajustes que aquejan a la disciplina del Derecho administrativo, manifestados a través de leyes técnicamente deficientes o cuestionables, actuaciones administrativas y sentencias, y que encierran fuentes de potencial injusticia.
El itinerario de la obra parte de la visión de lado oscuro del Derecho administrativo, los huecos y contradicciones, y las crueles sombras de impunidad, para desembocar en las limitaciones de la justicia administrativa para un control efectivo. En total, doscientos aspectos concretos del Derecho administrativo que resultan manifiestamente deplorables (malos), mejorables (mediocres) o cuestionables (ni buenos ni malos, pero incómodos).
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