INTELIGENCIA ARTIFICIAL E IMPUESTO.
El capitalismo de vigilancia, en la acertada expresión de Zuboff, es una amenaza para la libertad e independencia de la persona. El derecho a la intimidad es un bien público y un bien común sometido a tutela del dominio público.
El lucro excesivo de pocas organizaciones viene de la apropiación de los datos personales y su transformación en productos predictivos destinados a transformar el comportamiento del individuo. Toda la economía en su conjunto vive las vísperas digitales con emoción y cínico entusiasmo.
Las nuevas tecnologías presagian males antes que bienestar. Los datos que originan la superrenta deben servir para crear un dividendo social, renta mínima garantizada, que sirva para moderar la externalidad negativa de la desocupación tecnológica e impedir la autorregulación del mercado digital.
La explotación de los datos
personales son un dividendo laboral del capital humano que debería retribuir a
todos y cada uno de los titulares y en su proporción.
El dato es la nueva categoría del trabajo, que requiere clasificación,
categorías, representatividad y nueva legislaciones usuario digital es el nuevo
creador intelectual sin cuya participación no existiría la superrenta digital.
El impuesto deben soportarlo las empresas que la consiguen porque no pagan ningún impuesto sobre ella, que, como constatación casi obvia, es lo que sucede en la actualidad, con la economía digital. La persona es la mina de la riqueza digital. La mina de minerales raros premia a su explotador con superrenta monopólica ricardiana.
La creación de superrenta digital por la plataforma en cualquier jurisdicción donde actúe, gratuita u onerosamente, propicia que la renta obtenida de la captación de usuarios como su materia prima puede conceder al Estado el derecho de imposición.