MINIMIZACIÓN DEL IMPUESTO Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA.

    La crisis pone en claro los límites, las fronteras entre lo que pensamos y la realidad.

    La verdad está a la vista. El fracaso del pensamiento privatizador, mercantilista y desregulador, obliga al uso de instrumentos distintos, partiendo de la existencia de bienes colectivos que deben atenderse. Precisamente, para eso sirve el impuesto.

    Las técnicas, estratégias, diseños de minimización fiscal erosionan cada uno de los sistemas tributarios, debilitando el interés fiscal del Estado.

    La entronización del abuso del derecho en fraude de ley o, en sentido estricto, como modo de elusión fiscal intencional o evasión, suponen la ruptura del contrato social: la necesidad de coexistencia en común y la coexistencia de necesidades comunes. Siempre debe haber impuesto, aunque sea mínimo. Eso es responsabilidad social corporativa.

    La emergencia de formas sofisticadas de elusión; elusión intencional, evasión, encuentra su vértice en la pretensión de la patente fiscal, corolario lógico del proceso iniciado de derivados financieros y de gestión de riesgos , que culminan en el naufragio de la economía global.

    A ello se une la expansión desmesurada de la deslocalización del beneficio, convertido en deuda, pérdida o destino hacia territorios de una fiscalidad, a través del precio de transferencia.

    Ahora sabemos que hay límites y fronteras que no deben traspasarse, porque la realidad es implacable con los (malos) pensamientos.